Deseamos Tu consuelo Por Azucena Farías (México)
¡Padre celestial, tu
Presencia ilumina y sana,
en la tribulación deseamos Tu consuelo,
los corazones angustiados a Ti se
elevan!
Tanta es la pequeñez del ser humano
que no puede defenderse en las
tormentas,
quiere andar sobre las aguas y asirse de
tu mano.
¡Buscamos compasión para el lecho del
enfermo,
le falta el aire que no puede respirar
sin fe,
han flaqueado sus fuerzas,
tiembla de miedo!
En el mar se refleja un para
qué y un por qué,
el mundo está perdido en sombras de la
duda,
Señor, muéstranos Tu amor, muéstranos
tus huellas.
¿Dónde Tu compañía anida, dónde Tu
piedad,
en qué rincón lejano Tu imagen se ha
formado?
tal vez en el cálido rostro de
un hermano…
Marily querida, te envío lo que acabo de
escribir, gracias por brindarnos la oportunidad de ocupar la mente y el
espíritu, que es la salida y la acción para seguir adelante. Mil gracias
por tu maravillosa guía. Dios te guarde y bendiga siempre. Azucena.
25 marzo de 2020
El Cove en Chile ,2005 Por Elías
D. Galati (Argentina)
Pablo en tu tierra amada
nos brindaste un lugar
para que nuestra jornada
fuera brillante, especial
esta legión conformada
por poetas sin igual
que Marily convocaba
en un Cove internacional
para que te homenajeara
y pudieran recordar
que los poetas hablaran
de justicia, amor y paz
LA AMISTAD EN TIEMPOS DEL VIRUS
(con la licencia de Gabriel García Márquez)
El gran orador y político romano
Cicerón (106-43 A.C.) decía: “Amicus certus in re incerta cernitur” (“Los
amigos verdaderos se demuestran en tiempos difíciles”) – No es algo que no
hayamos oído antes – Es experiencia humana.
Los griegos usaban 4 palabras
para definir los afectos humanos: “eros,” el amor personal, el deseo del
encuentro con el otro; “philostorgia,” el amor de los padres por los hijos;
“phylia,” el amor de amistad; y “agape,” el amor radicalmente incondicional,
propio de Dios y de los que aman radicalmente – La “amicitia” de Cicerón se
sitúa en el ámbito de la “phylia” . . .
Cicerón usa la
palabra “certus” – traducida comúnmente como “cierto, verdadero, auténtico” –
para denotar un vínculo más profundo de lo que se entiende hoy en día. Para
Cicerón, y en general, para los grandes pensadores de la antigüedad clásica
(así, Aristóteles en su “Ética Nicomáquea” – “Nadie puede vivir sin un amigo”),
la amistad era algo profundo, íntimo, definitorio de la más auténtica
experiencia humana- La tradición bíblica
judeo-cristiana así lo recoge y lo propone como una gracia especial, como un
evento de transformación que asemeja al ser humano a la misma vida de Dios. Son
conocidas las palabras de Jesús a sus discípulos en la Última Cena: “Nadie
tiene más amor que aquel que da la vida por sus amigos” (Juan 15: 13)
La amistad
auténtica no es cosa de juego – tristemente, la trivializamos, rubricando bajo
este título a aquellos que no son más que conocidos o encuentros efímeros en
nuestra vida. Es difícil trazar la etiología de la verdadera amistad, definir
al “amicus certus” de Cicerón. El origen de la amistad verdadera puede ser tan
diverso como lo es la experiencia humana – Pero, propongo, hay ciertos comunes
denominadores que definen dicha amistad:
Primero: La
amistad auténtica, la verdaderamente profunda, la que cala en lo más íntimo de
nuestra alma, huesos y corazón, desafía todo intento de explicación pragmática
– es irreductible a un argumento lógico – Con lo cual, me apresuro a decir, no
quiero decir que es una vivencia irracional, sujeta a los devaneos de la pura
emoción o la sentimentalidad barata – Las realidades más inefables, más
transcendentales de nuestra vida, son, a la vez, en divina y gloriosa paradoja,
lo más real y a la vez lo más imposible de explicar - ¿Quién puede reducir el
verdadero amor conyugal – que en su manifestación más auténtica, exige amistad
– a la suma de factores empíricamente discernibles: belleza física y
espiritual, inteligencia, sentido del humor . . . ? - Sin duda, puede - ¡y debe! – incluir todo
eso, pero el resultado es inexplicablemente más alto que la suma de sus
factores – Así ocurre con la amistad.
Segundo: La
más cierta y verdadera amistad se forja muchas veces en el crisol del dolor, de
la angustia, de la prueba – y se nutre en esas mismas experiencias – Puede, por
lo tanto, sobrevivir desavenencias, amargas disputas y confrontaciones entre
los auténticos amigos que normalmente darían al traste con todo otro tipo de
relación humana.
Tercero: En
última instancia, hay una “prueba de litmus” que nos permite discernir entre
una amistad inconmovible, recia, íntima, firmemente enraizada en las entrañas
más hondas y definitorias de mi ser, y otras relaciones más casuales – Se trata
de una simple pregunta: “¿Puedo concebir mi vida sin ese amigo? ¿Tendría
sentido mi vida sin él o ella? “ – La amistad de la cual hablan Aristóteles,
Cicerón y Jesús es definitoria de mi realidad humana – No es algo que puedo
perder sin que se conmuevan, se perturben, se subviertan los elementos más
esenciales de mi realidad humana.
Cuarto: Tengo
un “amigo” (¿¿¿???) que me decía de vez en cuando: “Sixto, no lo dudes, si
alguna vez te hace falta mi ayuda, no dudes que si tengo que montarme en un avión
en Los Ángeles a las 3 de la mañana para ir a ayudarte, lo hago.” Lo peor es
que me lo decía cuando me tenía que pedir un favor – un intento barato de, a la
vez, cancelar mi favor, y al mismo tiempo esquivar el decir, simple y
sencillamente, como hacen las personas maduras: “Gracias, Sixto” – Un día me
cansé y le respondía (usando palabras que el respeto y la decencia me impiden
repetir aquí): “¡Esos actos heroicos – balandronadas, en el fondo - no son la
esencia de la amistad verdadera! La amistad más auténtica se despliega en ese
callado, tranquilo, humilde y sencillo “estar ahí” cotidianamente, cuando el
otro sabe que la ayuda no está más distante que una llamada de teléfono . . . ”
¿Qué tiene que
ver esto con la pandemia actual? Pienso yo: ¡qué momento más estupendo para
actualizar esa amistad! – La reclusión impuesta no nos impide una llamada por
teléfono, un email, un texto, sencillo y simple: “Cómo estás?” – No impide, en
estos momentos en que se nos ofrece el tiempo y el espacio para meditar en las
cosas que verdaderamente importan en la vida, en discernir nuestros valores y
pensamientos, quizás entrever que sí, después de todo, nos hace falta, ahora
que tenemos tiempo para pensarlo, un cambio de corazón, lo que los griegos
llamaban “metanoia” y “epistrophe” – cambio radical hacia un corazón más
sensible a la justicia, a la compasión . . . ¡y compartir eso con nuestros
amigos auténticos! - ¿Qué mejor regalo, hacer al amigo partícipe de las
alegrías, angustias y rupturas de nuestra alma? - La amistad en los tiempos del
virus: ¿por qué no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario